Artículo para la revista SDcorre.com
Escribir una historia de vida implica reconocer todo lo que nos ha moldeado: sueños, obstáculos y la influencia —a veces silenciosa, a veces abrumadora— de las opiniones ajenas. En ese ruido constante, muchas personas desarrollan una crítica interna que les impide avanzar.
"La comparación es el ladrón de la felicidad".
Theodore Rosevelt
El triatlón ha sido para mí un espacio de autoconocimiento. A través de este deporte aprendí que cualidades como el enfoque, la fortaleza mental y la disciplina no siempre nacen con nosotros; se desarrollan con intención. Mientras muchos evolucionan solo en lo externo, el verdadero cambio ocurre cuando atendemos nuestro mundo interior.
Compararnos nos desconecta de quienes somos. “Cada vez que nos comparamos, matamos nuestra individualidad”. Comprender esto me permitió usar el triatlón como una herramienta para volver al presente y escuchar mi cuerpo y mis emociones, sin permitir que el entorno definiera mi valor.
He aprendido a entrenar sin expectativas externas, a disfrutar el proceso sin necesidad de aplausos. Si la motivación dependiera del reconocimiento, el camino se volvería frágil. La verdadera satisfacción nace del compromiso personal.
Nunca busqué títulos ni etiquetas. Mi propósito siempre fue sentirme bien, física y mentalmente. Entendí que el cuerpo cambia según la etapa, el entrenamiento y la vida misma. Cuando dejamos de observarnos con juicio y empezamos a escucharnos con respeto, el bienestar se vuelve posible.
Liberarse de comparaciones, roles y expectativas ajenas es un acto profundo de libertad. La única competencia real es con uno mismo. Inspirarse en otros puede elevarnos; compararnos, limitarnos. Cuando dejamos de vivir para impresionar y comenzamos a vivir para evolucionar, encontramos una felicidad más genuina y duradera